Adú
Por Rosabel Argote

ADÚ, del director Salvador Calvo
El viaje de un pequeño Ulises abandonado por los dioses de Europa.

Un drama sobre la migración africana a Europa, sobre Melilla y otros muros, sobre MENAS y sobre la hipocresía y las contradicciones de la arrogancia blanca.

PAÍS, AÑOEspaña, 2020

DIRIGIDA PORSalvador Calvo

REPARTOLuis Tosar, Anna Castillo, Moustapha Oumarou, Álvaro Cervantes, Miquel Fernández, Zayiddiya Dissou, Jesús Carroza, Ana Wagener, Nora Navas, Marta Calvó, Josean Bengoetxea, Jose María Chumo, Candela Cruz, Rubén Miralles, Emilio Buale

ETIQUETAS TEMÁTICAS

En un intento desesperado por alcanzar Europa y agazapados ante una pista de aterrizaje en Camerún, un niño de seis años y su hermana mayor esperan para colarse en las bodegas de un avión. No demasiado lejos, un activista medioambiental contempla la terrible imagen de un elefante, muerto y sin colmillos. No solo tiene que luchar contra la caza furtiva, sino que también tendrá que reencontrarse con los problemas de su hija recién llegada de España. Miles de kilómetros al norte, en Melilla, un grupo de guardias civiles se prepara para enfrentarse a un gran número de subsaharianos que ha iniciado el asalto a la valla. Tres historias unidas por un tema central, en las que ninguno de sus protagonistas sabe que sus destinos están condenados a cruzarse y que sus vidas ya no volverán a ser las mismas (sinopsis en https://laterrazafilms.com/proyecto/adu/).

CRÍTICA VeCINEMATOGRÁFICA

No es fácil abordar el tema de los movimientos migratorios de África hacia Europa sin caer en estereotipos o escenas de lágrima fácil. Esta película no lo pretende y, desde el primer minuto, lo que nos ofrece en toda su crudeza es el relato de un lugar: Melilla, ciudad rodeada por una valla de 12 kilómetros, que ha sustituido recientemente las polémicas concertinas por unos cilindros que elevan su altura a los 10 metros.

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ESCENAS DIALOGOS Y DETALLES TÉCNICOS Y ARGUMENTALES QUE NO SE NOS PUEDEN ESCAPAR

  • Devoluciones en caliente
    El rechazo por la fuerza, y sin ningún expediente de las personas que en grupo pretenden saltar la valla, es lo que se conoce como “devolución en caliente”. El Tribunal Constitucional avaló este procedimiento, siguiendo el criterio del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en una polémica sentencia del pasado mes de febrero de 2020. Como reflejo de ello, al comienzo de la película vemos un ejemplo de estas estas devoluciones. Los papeles del solicitante de asilo encaramado a la valla caen al suelo. Esta escena refleja la realidad diaria y nos cuestiona: ¿es posible solicitar asilo en estas condiciones?
  • El monte Gurugú
    Ubicado a unos pocos cientos de metros de la valla que separa la frontera entre Marruecos y Melilla, en este monte esperan las personas migrantes la oportunidad para saltar la valla. De este Monte Gurugú, sabemos que la policía marroquí desmantela cada cierto tiempo los campamentos en él levantados y acosa a los migrantes que viven en condiciones extremas. También sabemos que no es el único de Europa. De hecho, en torno a las fronteras, existen estos campamentos, esa tierra de nadie en la que esperan su oportunidad quienes nada tienen que perder: Calais en el norte de Francia, las zonas de tránsito de Röszke y de Tompa en Hungría o el campamento de Moria en Lesbos, destruido por un incendio en septiembre de 2020. ¿Cómo es posible que se permitan este tipo de campamentos en la Europa del siglo XXI?

Preguntas y reflexiones para el debate y la dinamización en encuentros y cine-forums

  • Prohibido el paso
    La película no pretende desarrollar grandes discursos sobre la migración. Pero hay una escena en la que un guardia civil justifica la existencia de la valla de Melilla explicitando que ¡qué nos importa en Europa lo que les pase en África! Concretamente, el guardia civil explica que necesitamos la valla de Melilla para dejar bien claro a “quienes se acerquen a este país, que está prohibido cruzar; y que sus problemas se los tienen que arreglar ellos, de la valla hacia afuera”.

    Esa “sentencia” del guardia civil recuerda  a lo ocurrido el 6 de febrero de 2014, cuando murieron 15 personas en la playa del Tarajal, ahogadas mientras trataban de eludir a nado el dique que separa Marruecos de la ciudad autónoma de Ceuta para entrar en España. La guardia civil repelió la entrada disparando pelotas de goma. Este tema, que ha sido objeto de un largo periplo judicial con archivos y desarchivos, vivió uno de sus episodios más vergonzosos cuando, en uno de los autos de archivo, la Juez de Ceuta vino a decir que la única responsabilidad de lo ocurrido era de las personas que habían intentado entrar nadando de manera irregular, asumiendo el riesgo de ahogarse, por lo que la guardia civil no tenía ninguna obligación de salvarlos. 

    Algo parecido ocurre actualmente con la agencia europea de aduanas y vigilancia de fronteras FRONTEX y la embarcación como el Aita Mari que se dedica a resacar a inmigrantes a la deriva. Según la Comisión Europea, estas embarcaciones no son necesarias porque quienes viajan en esas embarcaciones asumen el riesgo de que se hundan. Según dicha lógica, ¿imaginamos que los ayuntamientos de las zonas costeras del País Vasco decidieran retirar a los equipos socorristas de las playas, alegando que quien se baña sin haber hecho la digestión debe asumir el riesgo de morir ahogado? ¿Por qué este argumento sería inconcebible entre nosotros y nosotras, pero es aplicable a las personas que pretenden entrar en Europa?